DEUTERONOMIO 9:1-18
DEUTERONOMIO 9:1-18 DHHE
“Escuchad, israelitas: ha llegado el momento de que crucéis el Jordán y os lancéis a la conquista de naciones más grandes y poderosas que vosotros, y de grandes ciudades rodeadas de murallas muy altas; sus habitantes son grandes y altos como los descendientes del gigante Anac, y ya conocéis el dicho: ‘¿Quién puede hacer frente a los descendientes del gigante Anac?’ “Ahora pues, sabed que el Señor vuestro Dios es el que marcha delante de vosotros, y que es como un fuego devorador que ante vosotros destruirá y humillará a esas naciones. Vosotros las desalojaréis y las destruiréis en un abrir y cerrar de ojos, tal como el Señor os lo ha prometido. Cuando el Señor vuestro Dios los haya arrojado de vuestra presencia, no os digáis a vosotros mismos: ‘Gracias a nuestros méritos, el Señor nos ha dado posesión de este país’, porque si el Señor los expulsa, es a causa de la maldad de ellos. No es, pues, por vuestros méritos ni por vuestra bondad por lo que vais a tomar posesión de su país; el Señor los arroja de vuestra presencia a causa de la propia maldad de ellos y para cumplir la promesa que hizo a Abraham, Isaac y Jacob, antepasados vuestros. Habéis de saber que no es debido a vuestros méritos el que el Señor vuestro Dios os dé la posesión de esa buena tierra, pues vosotros sois un pueblo muy terco. “Nunca debéis olvidar que habéis contrariado al Señor vuestro Dios en el desierto. Desde que salisteis de Egipto y hasta que llegasteis a este lugar, siempre le habéis sido rebeldes. Ya en el monte Horeb provocasteis la ira del Señor, y tanto se enojó contra vosotros, que a punto estuvo de destruiros. Yo subí al monte para recoger las tablas de piedra, las tablas del pacto que el Señor había hecho con vosotros, y me quedé allí cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber. El Señor me dio entonces las dos tablas de piedra, escritas por él mismo, que contenían todas las palabras que él os había dicho en el monte, de en medio del fuego, el día en que todos nos reunimos. Pasados aquellos cuarenta días y cuarenta noches, el Señor me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto, y me dijo: ‘Anda, baja pronto de ahí, porque el pueblo que sacaste de Egipto se ha descarriado. Muy pronto han dejado de cumplir lo que yo les ordené, y se han hecho un ídolo de metal fundido.’ “El Señor también me dijo: ‘Ya he visto que este pueblo es muy terco. Quítate de mi camino, que voy a destruirlos y a borrar de la tierra su memoria; pero de ti haré una nación más fuerte y numerosa que ellos.’ “Cuando bajé del monte, que estaba ardiendo, traía en mis manos las dos tablas del pacto. Pero al ver que habíais pecado contra el Señor, y que os habíais hecho un becerro de metal fundido, abandonando así el camino que el Señor os había ordenado seguir, arrojé de mis manos las dos tablas que traía y las hice pedazos delante de vosotros. Después me arrodillé delante del Señor y, tal como ya lo había hecho antes, estuve cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber nada, por causa del pecado que habíais cometido, con el que ofendisteis al Señor y provocasteis su ira.