1 SAMUEL 25:1-22
1 SAMUEL 25:1-22 DHHE
Samuel murió, y todos los israelitas se reunieron para llorar su muerte. Lo enterraron en su casa, en Ramá. Después David se fue al desierto de Parán. Había en Maón un hombre muy rico, dueño de tres mil ovejas y mil cabras, que tenía sus negocios en la ciudad de Carmel, donde acostumbraba trasquilar sus ovejas. Este hombre, que se llamaba Nabal y descendía de Caleb, era rudo y de mala conducta. En cambio, Abigail, su esposa, era hermosa e inteligente. Cuando David, en el desierto, supo que Nabal se encontraba en Carmel trasquilando sus ovejas, envió a diez de sus criados con la orden de saludar a Nabal de su parte y darle el siguiente mensaje: “Recibe, hermano mío, mis mejores deseos de bienestar para ti y tu familia y todos los tuyos. He sabido que te encuentras trasquilando tus ovejas. También tú sabrás que tus pastores han estado en Carmel con nosotros, y que mientras ellos estuvieron con nosotros nunca se les molestó ni se les quitó nada. Puedes preguntárselo a tus criados, y ellos te lo confirmarán. Por esa razón te ruego que tengas ahora consideración con estos muchachos, que en buen momento llegan, y que nos des, tanto a ellos como a mí, lo que tengas a mano, pues soy como tu hijo.” Los criados de David fueron y transmitieron este recado a Nabal, y se quedaron esperando la respuesta. Pero Nabal les contestó: –¿Quién es David? ¿Quién es ese hijo de Jesé? ¡Hoy en día son muchos los esclavos que andan huyendo de sus dueños! ¿Acaso voy a tomar la comida, la bebida y la carne que he preparado para mis trasquiladores, y voy a dárselas a gente que no sé ni de dónde es? Los criados de David tomaron el camino de regreso, y cuando llegaron ante David le contaron todo lo que Nabal había dicho. Entonces David ordenó a sus hombres: –¡Todos a las armas! Sus hombres se pusieron la espada al cinto, lo mismo que David; y así cuatrocientos hombres se fueron con él, mientras que otros doscientos se quedaron cuidando el bagaje. Pero uno de los criados de Nabal fue a decirle a Abigail, la mujer de Nabal: –Desde el desierto, David envió unos mensajeros a saludar a nuestro amo, pero él reaccionó muy groseramente. Sin embargo, esos hombres se han portado muy bien con nosotros. Durante todo el tiempo que anduvimos con ellos por el campo, nunca nos molestaron ni nos quitaron nada. Al contrario, de día y de noche nos protegían, tanto a nosotros como a nuestros rebaños. Pero como tu marido tiene tan mal carácter, que ni siquiera se puede hablar con él, piensa y ve lo que te conviene hacer, porque con toda seguridad va a venir algo malo contra tu marido y contra toda su familia. Dándose prisa, Abigail tomó doscientos panes, dos odres de vino, cinco ovejas asadas, unos cuarenta litros de grano tostado, cien tortas de uvas pasas y doscientas tortas de higos secos; luego lo cargó todo en asnos y dijo a sus criados: –Adelantaos, que yo os seguiré más tarde. Sin decir nada de esto a su marido, Abigail montó en un asno y, a escondidas, comenzó a bajar del monte. De pronto vio que David y sus hombres venían a su encuentro, y fue a recibirlos. David venía pensando que en vano había protegido todo lo que Nabal tenía en el desierto, sin quitarle nada de su propiedad, pues él le había pagado mal por bien. Así que juró: “¡Que Dios me castigue con dureza si de aquí a mañana no acabo con todos sus parientes varones!”