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ROMANOS 8:1-17

ROMANOS 8:1-17 RV2020

Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que para la ley era imposible hacer por la debilidad de la carne, Dios lo ha hecho. Por causa del pecado envió a su Hijo en condición semejante a la de los pecadores, y condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Los que viven según la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que viven según el Espíritu, en las cosas del Espíritu. El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz, pues los pensamientos de la carne llevan a la enemistad contra Dios, porque no se sujetan, ni pueden sujetarse, a la ley de Dios; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, pues el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo en realidad está muerto a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús habita en vosotros, el que levantó a Cristo de los muertos también dará vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros. Así que, hermanos, tenemos una deuda, pero no con la carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud que os haga caer otra vez en el temor, sino que habéis recibido el Espíritu de hijos adoptivos, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!». El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; ciertamente herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

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