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APOCALIPSIS 16:1-21

APOCALIPSIS 16:1-21 RV2020

Entonces oí una gran voz que salía del templo y decía a los siete ángeles: —Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. El primer ángel fue y derramó su copa sobre la tierra. Entonces a todos los que tenían la marca de la bestia y adoraban su imagen les salió una úlcera maligna y pestilente. El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y este se convirtió en sangre, como la sangre de un muerto, y murió todo ser viviente que había en el mar. El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y los manantiales, y se convirtieron en sangre. Y oí que el ángel de las aguas decía: —Justo eres tú, Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Así como ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; ¡pues se lo merecen! También oí a otro, que desde el altar decía: —¡Sin duda, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos! El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual se le permitió quemar con fuego a la gente. Todos fueron quemados con el intenso calor; pero ni aun así se arrepintieron, sino que, en vez de darle la gloria a Dios, que tiene poder sobre estas plagas, blasfemaron contra él. El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de oscuridad. La gente se mordía la lengua debido al dolor, y por causa de sus dolores y sus llagas, blasfemaron contra el Dios del cielo, pero no se arrepintieron de sus obras. El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y el agua de este se secó para preparar el camino a los reyes del oriente. Vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos que parecían ranas. Son espíritus de demonios que hacen señales, y que salen a reunir a todos los reyes del mundo entero para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. «Mirad, yo vengo como ladrón. Dichoso el que vela y guarda sus ropas. No tendrá que andar desnudo y avergonzarse de su desnudez». Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón. El séptimo ángel derramó su copa por el aire. Y del templo del cielo, desde el trono, salió una gran voz que decía: —¡Hecho está! Entonces hubo relámpagos, estruendos, truenos y un gran temblor de tierra. Nunca, desde que la humanidad habita la tierra, se había sentido un terremoto de semejante magnitud. La gran ciudad se partió en tres partes, y las ciudades de las naciones se desplomaron. Dios se acordó de la gran Babilonia y le dio a beber de la copa que contiene el vino del ardor de su ira. Todas las islas desaparecieron y no se volvieron a ver los montes. Del cielo cayeron sobre la gente enormes granizos, que pesaban unos cuarenta kilos cada uno. Debido a esta plaga tan terrible de granizo, la gente blasfemó contra Dios.