SALMOS 102:1-28
SALMOS 102:1-28 RV2020
Señor, escucha mi oración y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído; apresúrate a responderme el día que te invoque, porque mis días se desvanecen como el humo y mis huesos cual tizón están quemados. Mi corazón está herido y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan. Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne. Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades. Me desvelo y soy como un pájaro solitario sobre el tejado. Cada día me deshonran mis enemigos. Los que se burlan de mí ya se han conjurado en mi contra. Por lo cual yo como ceniza a manera de pan y mi bebida mezclo con lágrimas, a causa de tu enojo y de tu ira, pues me alzaste y me has arrojado. Mis días son como una sombra que se va, y me he secado como la hierba. Mas tú, Señor, permanecerás para siempre y tu memoria de generación en generación. Te levantarás y tendrás misericordia de Sion, porque es tiempo de tener misericordia de ella, porque el plazo ha llegado, porque tus siervos aman sus piedras y del polvo de ella tienen compasión. Entonces, las naciones temerán el nombre del Señor y todos los reyes de la tierra tu gloria, por cuanto el Señor habrá edificado a Sion y en su gloria será visto. Habrá considerado la oración de los desvalidos y no habrá desechado el ruego de ellos. Se escribirá esto para la generación venidera, y el pueblo que está por nacer alabará al Señor, porque miró desde lo alto de su santuario; miró el Señor desde los cielos a la tierra para oír el gemido de los presos, para soltar a los sentenciados a muerte, para que se publique en Sion el nombre del Señor y su alabanza en Jerusalén, cuando los pueblos y los reinos se congreguen en uno para servir al Señor. Él debilitó mi fuerza en el camino; acortó mis días. Dije: «¡Dios mío, no me cortes en la mitad de mis días! ¡Por generación y generación son tus años!». Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán, como un vestido los mudarás y serán mudados; pero tú eres el mismo y tus años no se acabarán. Los hijos de tus siervos habitarán seguros y su descendencia será establecida delante de ti.