MARCOS 13:1-37
MARCOS 13:1-37 RV2020
Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: —Maestro, mira qué piedras y qué edificios. Jesús le respondió: —¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada. Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Entonces Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: —Dinos ¿cuándo sucederán estas cosas y qué señal advertiremos cuando todas estas cosas hayan de cumplirse? Jesús comenzó a decirles: —Mirad, que nadie os engañe. Vendrán muchos en mi nombre y dirán: «Yo soy el Cristo», y engañarán a muchos. Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis. Es necesario que así suceda, pero aún no es el fin. Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos en muchos lugares y habrá hambres y alborotos. Esos sucesos serán el principio de los dolores de parto. Pero mirad por vosotros mismos, porque os entregarán a las autoridades religiosas, os azotarán en las sinagogas y por mi causa os llevarán delante de gobernadores y de reyes para dar testimonio ante ellos. Pero es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. Y cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis. Decid lo que os sea dado en aquella hora, porque no sois vosotros quienes habláis, sino el Espíritu Santo. El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres y los matarán. Y seréis odiados por todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin será salvo. Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes; el que esté en la azotea no descienda a la casa ni entre para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén embarazadas y de las que estén amamantando en aquellos días! Orad, pues, para que vuestra huida no suceda en invierno, porque aquellos días serán de una tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación, que Dios hizo, hasta este tiempo, ni la habrá. Y si el Señor no hubiera acortado aquellos días, nadie se salvaría, mas por causa de los escogidos, que él escogió, acortó aquellos días. Entonces, si alguno os dice: «Mirad, aquí está el Cristo» o «Mirad, allí está», no le creáis, porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas y harán señales y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los escogidos. Mas vosotros tened cuidado. Os lo he dicho todo de antemano. Pero en aquellos días, después de la tribulación aquella, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo y las potencias que están en los cielos serán conmovidas. Entonces verán venir al Hijo del Hombre en las nubes con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprended esta parábola: Cuando su rama se pone tierna y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros: cuando veáis que suceden estas cosas que os digo, sabréis que la venida está cerca, a las puertas. Os aseguro con certeza que no pasará esta generación sin que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero nadie sabe cuando será el día y la hora, ni aun los ángeles que están en el cielo ni el mismo Hijo, sino solo el Padre. Estad atentos, velad y orad, porque no sabéis cuándo llegará ese tiempo. Es como el hombre que yéndose lejos dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, encomendando a cada uno un trabajo. Al portero le mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana, para que cuando venga de repente no os halle durmiendo. Y lo que os digo a vosotros se lo digo a todos: Velad.