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MATEO 9:14-38

MATEO 9:14-38 RV2020

Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron: —¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces y tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: —¿Acaso pueden los que están de boda tener luto en tanto que el esposo está con ellos? Vendrán días cuando el esposo les será quitado. Entonces ayunarán. Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, porque tal remiendo tira del vestido y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, el vino se derrama y los odres se pierden. El vino nuevo se echa en odres nuevos y lo uno y lo otro se conservan juntamente. Mientras él les decía estas cosas, llegó un dirigente, se postró ante él y le dijo: —Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella y vivirá. Jesús se levantó y le siguió con sus discípulos. Entonces una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto, porque se decía a sí misma: «Con solo tocar su manto me sanaré». Jesús se volvió, la miró y le dijo: —Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. Cuando entró Jesús en la casa del dirigente y vio a los que tocaban flautas y a la gente que hacía alboroto, les dijo: —Apartaos, porque la niña no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él. Pero cuando echaron fuera a aquella gente, Jesús entró, tomó de la mano a la niña y ella se levantó. Y se difundió esta noticia por toda aquella tierra. Cuando salió Jesús, le siguieron dos ciegos clamando a gritos: —¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Al llegar a la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: —¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos respondieron: —Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos y les dijo: —Conforme a vuestra fe os sea hecho. Sus ojos fueron abiertos y Jesús les advirtió rigurosamente: —Mirad que nadie lo sepa. Pero cuando salieron, divulgaron la fama de Jesús por toda aquella tierra. Tan pronto como salieron, le trajeron un mudo endemoniado. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La gente se maravillaba y decía: —Nunca se ha visto cosa semejante en Israel. Pero los fariseos decían: —Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios. Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: —Ciertamente, la mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

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