MATEO 26:1-22
MATEO 26:1-22 RV2020
Cuando acabó Jesús de pronunciar todas estas palabras, dijo a sus discípulos: —Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado. Por entonces los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás, y se confabularon para apresar con engaño a Jesús y matarlo. Pero decían: —No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se le acercó una mujer que llevaba un vaso de alabastro con perfume muy costoso y lo derramó sobre la cabeza de Jesús, que estaba sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron y dijeron: —¿Para qué este desperdicio? Se podía haber vendido el perfume a buen precio y dado el dinero a los pobres. Jesús se percató y les dijo: —¿Por qué molestáis a esta mujer? Lo que ha hecho conmigo es una buena obra, porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Ha derramado este perfume sobre mi cuerpo con el fin de prepararme para la sepultura. Os aseguro que en cualquier lugar del mundo donde se predique este evangelio, se recordará también a esta mujer y lo que hizo. Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes y les dijo: —¿Cuánto me daréis si os entrego a Jesús? Ellos le asignaron treinta piezas de plata. Desde entonces buscaba una oportunidad para entregarlo. El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: —¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? Él dijo: —Id a la ciudad y decid a cierto hombre: «El Maestro dice: Mi tiempo está cerca. En tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos». Los discípulos hicieron como Jesús les mandó y prepararon la Pascua. Al anochecer, se sentó a la mesa con los doce y mientras comían, dijo: —Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos, enormemente apenados, comenzaron a preguntarle uno tras otro: —¿Acaso seré yo, Señor?