MATEO 20:1-23
MATEO 20:1-23 RV2020
El reino de los cielos es semejante a un hombre dueño de una finca que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en pagarles el salario correspondiente a un día de trabajo, los envió a la viña. Salió de nuevo hacia las nueve de la mañana y vio a otros jornaleros que estaban en la plaza desocupados y les dijo: «Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo». Y ellos fueron. Volvió a salir hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Y al salir por cuarta vez, ya cerca de las cinco de la tarde, halló a otros que estaban desocupados y les preguntó: «¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?». Respondieron: «Porque nadie nos ha contratado». Él les dijo: «Id también vosotros a la viña y recibiréis lo que sea justo». Vino la noche y el señor de la viña dijo a su mayordomo: «Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los últimos hasta los primeros». Los que habían ido a trabajar cerca de las cinco de la tarde recibieron cada uno el pago del salario de un día. Cuando llegaron los contratados en primer lugar, pensaron que habían de recibir más, pero a cada uno de ellos se le entregó también el salario de un día de trabajo. Al recibirlo, murmuraban contra el dueño de la finca diciendo: «Estos últimos han trabajado una sola hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día». Él respondió a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en cobrar el salario de un día? Toma lo que es tuyo y vete; pero quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿No me está permitido hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia porque yo soy bueno?». Así, los primeros serán los últimos y los últimos, los primeros, porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. Cuando Jesús caminaba hacia Jerusalén tomó a sus doce discípulos aparte y les dijo: —Ahora subimos a Jerusalén. Allí el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará. Por entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó con sus hijos a Jesús, y se postró ante él para pedirle algo. Él le preguntó: —¿Qué quieres? Ella respondió: —Ordena que en tu Reino estos dos hijos míos se sienten el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Jesús le dijo: —No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos contestaron: —Podemos. Él les dijo: —Bien, de mi vaso beberéis y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda no me corresponde a mí otorgarlo; sino que es para quienes así lo ha dispuesto mi Padre.