MATEO 19:1-22
MATEO 19:1-22 RV2020
Cuando Jesús terminó de narrar esta parábola, se alejó de Galilea y se dirigió a las regiones de Judea, al otro lado del Jordán. Lo siguieron grandes multitudes y sanaba a los enfermos. Entonces se le acercaron los fariseos y le preguntaron para ponerlo a prueba: —¿Está permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él respondió: —¿No habéis leído que el que los hizo al principio, hombre y mujer los hizo y dijo: Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne ? Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió, que no lo separe nadie. Preguntaron de nuevo: —¿Por qué, pues, ordenó Moisés que el marido diese carta de divorcio a su esposa y la repudiase? Él les dijo: —Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra comete adulterio; y el que se casa con la repudiada también adultera. Le dijeron sus discípulos: —Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Jesús replicó: —No todos son capaces de comprender esto, sino aquellos a quienes Dios concede capacidad para ello. Hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre; hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de comprenderlo, que lo comprenda. En cierta ocasión le presentaron a unos niños para que pusiera las manos sobre ellos y orara, pero los discípulos los reprendieron. Entonces Jesús dijo: —Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los niños es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí. En otra ocasión se acercó uno y le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué bien he de hacer para tener la vida eterna? Jesús le dijo: —¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo: Dios. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le preguntó de nuevo: —¿Cuáles? Y Jesús respondió: — No matarás, no cometerás adulterio, no hurtarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: —Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús añadió: —Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme. Al oír el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.