LUCAS 11:1-54
LUCAS 11:1-54 RV2020
En cierta ocasión Jesús estaba orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: —Señor, enséñanos a orar, al igual que Juan enseñó a sus discípulos. Él les dijo: —Cuando oréis, decid: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Les dijo también: —Pensad que uno de vosotros tiene un amigo, va a él a medianoche y le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío que está de viaje acaba de llegar a mi casa, y no tengo nada que ofrecerle»; y suponed que aquel a quien le pide responde desde adentro: «No me molestes. La puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. ¡Cómo me voy a levantar para dártelos!». Os digo que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, se levantará para evitar que siga molestándolo y le dará todo lo que necesite. Por eso os digo: Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá. Todo aquel que pide recibe, el que busca halla y al que llama se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más no hará vuestro Padre celestial? Él dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. Un día, estaba Jesús expulsando un demonio que se había apoderado de un hombre dejándolo mudo. En cuanto el demonio fue expulsado, el mudo recobró el habla y los que lo presenciaron se quedaron asombrados. Pero algunos de ellos decían: —Este expulsa a los demonios por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios. Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo. Mas Jesús, conociendo lo que ellos pensaban, les dijo: —Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado. Toda casa que está dividida internamente se derrumba. De modo que si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino en pie?, porque decís que yo expulso los demonios por el poder de Belzebú. Pero si Belzebú me da a mí el poder para expulsar demonios, ¿quién se lo da a vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Mas si por el dedo de Dios echo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando el hombre fuerte guarda armado su palacio, sus bienes están protegidos. Mas si viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas las armas en que confiaba y reparte su botín. El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale de una persona, anda por lugares áridos buscando reposo y al no hallarlo dice: «Regresaré a mi casa, de donde salí». Y si, al llegar, la encuentra barrida y arreglada, va, y reúne a otros siete espíritus peores que él, entran en la casa y viven allí: el estado final de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: —¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron! Pero él dijo: —Dichosos, más bien, quienes oyen la palabra de Dios y la obedecen. Hallándose reunida una gran multitud, Jesús comenzó a decir: —Esta generación es mala. Demanda una señal, pero no le será dada otra señal que la del profeta Jonás. De mismo modo que Jonás fue señal para los ninivitas, lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más grande que Salomón. Los habitantes de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque con la predicación de Jonás se arrepintieron, ¡y aquí hay alguien que es más importante que Jonás! Nadie enciende una lámpara para luego esconderla, ni la pone debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno, todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira, pues, si la luz que hay en ti es luz o tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz y no tiene parte alguna de tinieblas, todo será luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor. Tan pronto terminó de hablar, un fariseo le rogó que comiera con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó al ver que Jesús no se había lavado las manos antes de comer. Y el Señor le dijo: —Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera el vaso y el plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. ¡Necios! El que hizo lo de fuera ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo que tenéis dentro, y de ese modo todo quedará limpio en vosotros. Mas ¡ay de vosotros, fariseos, que ofrecéis el diezmo de la menta, la ruda y toda hortaliza y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios! Os es necesario hacer estas cosas sin dejar de hacer aquellas. ¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis las primeras sillas en las sinagogas y ser saludados en público! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! ¡Sois como sepulcros ocultos a la vista y sobre los que pisa la gente sin saberlo! Uno de los intérpretes de la ley respondió: —Maestro, diciendo esto nos ofendes también a nosotros. Jesús replicó: —¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley, porque imponéis a los demás cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis! ¡Ay de vosotros, que construís monumentos funerarios en memoria de los profetas asesinados por vuestros antepasados! De este modo sois testigos y consentidores de sus hechos. Ciertamente, vuestros antepasados los mataron, pero vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso la sabiduría de Dios también dijo: «Les enviaré profetas y apóstoles. De ellos, a unos matarán y a otros perseguirán», para demandar a esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el atrio del templo. Así, os digo que Dios demandará a esta generación. ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley, que os habéis apoderado de la llave del conocimiento! Ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que sí quieren. Al decirles Jesús todo esto, los escribas y los fariseos comenzaron a hostigarle duramente y a interrogarle para que hablase de muchas cosas, y así tenderle trampas con ánimo de cazarlo en sus propias palabras.