JUAN 7:1-52
JUAN 7:1-52 RV2020
Después de estas cosas, andaba Jesús por Galilea. No quería ir a Judea porque los judíos intentaban matarle. Estaba cerca la fiesta judía de los Tabernáculos, y le dijeron sus hermanos: —Sal de aquí y vete a Judea para que también tus discípulos vean las obras que haces porque nadie que procure darse a conocer actúa en secreto. Si realizas estas cosas, date a conocer al mundo. Y es que ni siquiera sus hermanos creían en él. Entonces Jesús les dijo: —Mi tiempo aún no ha llegado. En cambio, para vosotros todo momento es oportuno. A vosotros el mundo no puede odiaros, pero a mí me odia porque yo doy testimonio de que sus obras son malas. Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo todavía, porque mi tiempo aún no ha llegado. Y dicho esto, se quedó en Galilea. Después de que los hermanos de Jesús subieron a la fiesta, entonces también él subió, pero no públicamente, sino como en secreto. Los judíos le buscaban en la fiesta y decían: —¿Dónde estará aquel? Y entre la gente había muchos rumores acerca de él. Unos decían: «Es bueno»; otros: «No, engaña a la gente». Sin embargo, nadie se atrevía a hablar abiertamente por miedo a los judíos. Pero a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo y comenzó a enseñar. Los judíos sorprendidos, se preguntaban: —¿Cómo sabe este de letras sin haber estudiado? Jesús les respondió: —Mi enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. Si alguien quiere hacer la voluntad del que me envió, comprobará si mi enseñanza es de Dios o si hablo yo por mi propia cuenta. Quien habla por su propia cuenta lo que anda buscando es su propia gloria. Sin embargo quien busca la gloria de aquel que lo envió, ese es alguien verdadero y en él no hay injusticia. ¿No os dio Moisés la ley y ninguno de vosotros la cumple? ¿Por qué queréis matarme? Respondió la multitud: —¡Tienes un demonio! ¿Quién quiere matarte? Jesús replicó: —He hecho una obra y todos os habéis asombrado. Por cierto, Moisés os impuso el rito de la circuncisión (aunque en realidad no proviene de Moisés, sino de los patriarcas) y, para cumplirlo, circuncidáis a un hombre aunque sea en sábado. Si estáis dispuestos a circuncidar a un hombre incluso en sábado para no quebrantar una ley impuesta por Moisés, ¿por qué os indignáis tanto contra mí que he curado por completo a un hombre en sábado? No juzguéis según las apariencias. Juzgad con justo juicio. Entonces, algunos ciudadanos de Jerusalén comentaban: —¿No es a este a quien buscan para matarle? Fijaos, está hablando con toda libertad y nadie le dice nada. ¿Será que nuestras autoridades han reconocido que verdaderamente este es el Cristo? Sabemos de dónde es este; sin embargo, cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde es. Jesús, que estaba enseñando en el templo, alzó entonces la voz y dijo: —A mí me conocéis y sabéis de dónde soy. Sin embargo, no he venido por mí mismo. Me ha enviado el que es verdadero y a quien vosotros no conocéis. Mas yo lo conozco, porque de él procedo y él me ha enviado. Entonces intentaban apresarle, pero nadie le echó mano porque aún no había llegado su hora. Y muchas personas de la multitud creyeron en él y decían: —Cuando venga el Cristo, ¿hará acaso, más señales que las que este hace? Los fariseos oyeron que la gente murmuraba estas cosas acerca de él; entonces los principales sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para que lo arrestaran. Y Jesús dijo: —Todavía estaré con vosotros algún tiempo y luego iré al que me envió. Me buscaréis, pero no me hallaréis porque donde voy a estar yo vosotros no podréis ir. Los judíos se preguntaban: —¿A dónde se irá este que nosotros no seamos capaces de encontrarlo? ¿Tendrá intención de ir con los judíos que viven dispersos entre los griegos, con el fin de enseñar a los griegos? ¿Qué quiere decir «Me buscaréis, pero no me hallaréis y a donde voy a estar yo vosotros no podréis ir»? El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, se puso en pie y alzó la voz diciendo: —Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir quienes creyeran en él. El Espíritu en efecto, no se había hecho presente todavía, porque Jesús aún no había sido glorificado. Al oír estas palabras, algunas personas de la multitud aseguraban: —Verdaderamente, este es el Profeta. Otras decían: —Este es el Cristo. En cambio, otras se preguntaban: —¿Acaso de Galilea puede venir el Cristo? ¿No afirma la Escritura que el Cristo tiene que ser de la descendencia de David y de Belén, la aldea de donde era David? Así que la gente andaba dividida por causa de Jesús. Algunos querían prenderlo, pero nadie se atrevió a ponerle la mano encima. Los guardias volvieron a donde estaban los principales sacerdotes y los fariseos, y estos les preguntaron: —¿Por qué no le habéis traído? Los guardias respondieron: —Nadie ha hablado jamás como este hombre. Los fariseos les replicaron: —¿También vosotros os habéis dejado engañar? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos? Pero esta gente, que no conoce la ley, está bajo maldición. Uno de ellos, Nicodemo, el que vino a Jesús de noche, preguntó: —¿Permite nuestra ley condenar a alguien sin antes escucharlo y conocer los hechos? Le respondieron: —¿Ahora va a resultar que tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea jamás ha surgido un profeta.