JUAN 11:17-35
JUAN 11:17-35 RV2020
Cuando llegó Jesús se encontró con que Lázaro había sido sepultado hacía ya cuatro días. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a dos kilómetros y medio, y muchos de los judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por la muerte de su hermano. Marta, cuando oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro. María, en cambio, se quedó en casa. Marta dijo a Jesús: —Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le contestó: —Tu hermano resucitará. Marta repuso: —Yo sé que se levantará en la resurrección, en el día final. Replicó Jesús: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente. ¿Crees esto? Respondió: —Sí, Señor. Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. Tras declarar esto, fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en secreto: —El Maestro está aquí y pregunta por ti. María, cuando lo oyó, se levantó rápidamente y salió a su encuentro. Jesús aún no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar en que Marta se había encontrado con él. Los judíos que se encontraban en casa consolándola, viendo que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron pensando que iría a la tumba para llorar allí. María llegó al lugar donde estaba Jesús y al verle se arrojó a sus pies y le dijo: —Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. Jesús entonces, viendo llorar a María y a los judíos que la acompañaban, se sintió hondamente conmovido y, con su espíritu turbado, le preguntó: —¿Dónde le habéis puesto? Le respondieron: —Ven a verlo, Señor. Jesús lloró.