JEREMÍAS 31:7-34
JEREMÍAS 31:7-34 RV2020
Así ha dicho el Señor: Regocijaos en Jacob con alegría; dad voces de júbilo a la cabeza de naciones. ¡Haced oír, alabad y decid: «Salva, Señor, a tu pueblo, el resto de Israel»! Yo los hago volver de la tierra del norte, los reuniré de los extremos de la tierra; entre ellos, juntamente, a ciegos y a cojos, a la mujer que está embarazada y a la que dio a luz. En gran compañía volverán acá. Irán con llanto, mas con misericordia los haré volver y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán, porque yo soy el padre de Israel, y Efraín es mi primogénito. ¡Oíd palabra del Señor, naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos! Decid: «El que dispersó a Israel, lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño», porque el Señor redimió a Jacob, lo redimió de mano del más fuerte que él. Vendrán con gritos de gozo a lo alto de Sion y correrán a los bienes del Señor: al pan, al vino, al aceite y al ganado de ovejas y de vacas. Su vida será como un huerto de riego y nunca más tendrán dolor alguno. Entonces, la doncella danzará alegremente, junto con los jóvenes y los ancianos; cambiaré su llanto en gozo, los consolaré y los alegraré de su dolor. El alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mis bienes, dice el Señor. Así ha dicho el Señor: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo: es Raquel que llora por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho el Señor: Reprime del llanto tu voz y de las lágrimas tus ojos, porque salario hay para tu trabajo, dice el Señor. Volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice el Señor, y los hijos volverán a su propia tierra. Mientras escuchaba, he oído la lamentación de Efraín: «Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres el Señor, mi Dios. Después de que me aparté, me arrepentí, y después de que reconocí mi falta, me golpeé el muslo; me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud». ¿No es Efraín un hijo precioso para mí? ¿No es un niño en quien me deleito? Desde que hablé de él, lo he recordado constantemente. Por eso, mis entrañas se conmovieron por él, y ciertamente, tendré de él misericordia, dice el Señor. Levanta para ti indicadores, ponte señales altas, fíjate con atención en la calzada. ¡Vuélvete por el camino por donde fuiste, virgen de Israel, vuelve a estas tus ciudades! ¿Hasta cuándo andarás errante, hija rebelde?, porque el Señor ha creado una cosa nueva sobre la tierra: ¡la mujer cortejará al hombre! Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Aún dirán esta palabra en la tierra de Judá y en sus ciudades, cuando yo haga volver a sus cautivos: «¡El Señor te bendiga, morada de justicia, monte santo!». Allí volverá a vivir Judá, y en todas sus ciudades habitarán los labradores y los que van con los rebaños. Porque satisfaré al alma cansada y saciaré a toda alma entristecida. En esto, me desperté y miré, y mi sueño me fue agradable. Vienen días, dice el Señor, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal. Y así como tuve cuidado de ellos para arrancar y derribar, para trastornar, perder y afligir, tendré cuidado de ellos para edificar y plantar, dice el Señor. En aquellos días no dirán más: «Los padres comieron las uvas agrias y a los hijos les da dentera», sino que cada cual morirá por su propia maldad; a todo aquel que coma uvas agrias le dará dentera. Vienen días, dice el Señor, en los que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día en que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el Señor. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no exhortará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, con las palabras: «Conoce al Señor», porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado.