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JEREMÍAS 17:1-18

JEREMÍAS 17:1-18 RV2020

El pecado de Judá está escrito con cincel de hierro y con punta de diamante; está esculpido en la tabla de su corazón y en los cuernos de sus altares, como un recuerdo para sus hijos. Sus altares y sus imágenes de Asera están junto a los árboles frondosos y en los collados altos, en las montañas y sobre el campo. Todos tus tesoros entregaré al pillaje por el pecado de tus lugares altos en todo tu territorio. Perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no has conocido, porque en mi furor habéis encendido un fuego que arderá para siempre. Así ha dicho el Señor: ¡Maldito aquel que confía en el hombre, que pone su confianza en la fuerza humana, mientras su corazón se aparta del Señor! Será como la retama en el desierto, y no verá cuando llegue el bien, sino que morará en los sequedales, en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor, cuya confianza está puesta en el Señor!, porque será como el árbol plantado junto a las aguas, pues junto a la corriente echará sus raíces. No temerá cuando llegue el calor, sino que su hoja estará verde. En el año de sequía no se inquietará ni dejará de dar fruto. Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? ¡Yo, el Señor, que escudriño la mente, que examino el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras! Como la perdiz que cubre lo que no puso, es el que injustamente amontona riquezas: a la mitad de sus días las dejará, y en su final será un insensato. Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario. ¡Señor, esperanza de Israel!, todos los que te dejan serán avergonzados, y los que se apartan de ti serán inscritos en el polvo, porque dejaron al Señor, manantial de aguas vivas. Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame, y seré salvo, porque tú eres mi alabanza. La gente me dice: «¿Dónde está la palabra del Señor? ¡Que se cumpla ahora!». Pero yo no te he seguido para incitarte a castigarlos, ni deseé el día de la calamidad; tú lo sabes. Lo que de mi boca ha salido, fue en tu presencia. No me seas tú por espanto, pues mi refugio eres tú en el día malo. Avergüéncense los que me persiguen, y no sea yo avergonzado; asómbrense ellos, y yo no me asombre; trae sobre ellos el día malo y quebrántalos con doble quebranto.