JUECES 2:1-23
JUECES 2:1-23 RV2020
El ángel del Señor subió de Gilgal a Boquim, y dijo: —Yo os saqué de Egipto y os he traído a la tierra que había jurado a vuestros padres, cuando les dije: «No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, con tal que no hagáis pacto con los habitantes de esta tierra, cuyos altares debéis derribar; pero vosotros no atendisteis a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? Por tanto, yo también digo: “No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero”». Cuando el ángel del Señor terminó de hablar, todos los hijos de Israel alzaron la voz y lloraron. Por eso llamaron a aquel lugar Boquim, y allí ofrecieron sacrificios al Señor. Cuando Josué se despidió del pueblo, los hijos de Israel se fueron a tomar posesión cada uno de su heredad. El pueblo había servido al Señor todo el tiempo que vivió Josué, y también mientras estuvieron presentes los ancianos que sobrevivieron a Josué, y que habían sido testigos de todas las grandes obras que el Señor había hecho en favor de Israel. Pero murió Josué hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años. Lo sepultaron en su heredad de Timnat-sera, en los montes de Efraín, al norte del monte Gaas. Y murió también toda aquella generación. Pero la generación que se levantó después no conocía al Señor ni la obra que él había hecho por Israel. Después, los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales. Dejaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, y los adoraron, de modo que provocaron la ira del Señor. Dejaron al Señor, y adoraron a Baal y a Astarot. Entonces se encendió el furor del Señor contra Israel, quien los entregó en manos de salteadores que los despojaron, y los vendió en manos de sus enemigos de alrededor, a los que no pudieron ya hacer frente. Por dondequiera que salían, la mano del Señor estaba contra ellos para mal, como el Señor había dicho y se lo había jurado. Y se vieron en una gran aflicción. El Señor levantó jueces que los libraran de manos de quienes los despojaban; pero tampoco oyeron a sus jueces, sino que fueron tras dioses ajenos, a los que adoraron. Se apartaron pronto del camino en que habían andado sus padres, quienes obedecían los mandamientos del Señor; ellos no hicieron así. Cuando el Señor les levantaba jueces, el Señor estaba con el juez, y los libraba de manos de los enemigos mientras vivía aquel juez; porque el Señor era movido a misericordia al oírlos gemir por causa de quienes los oprimían y afligían. Pero acontecía que, al morir el juez, ellos volvían a corromperse, más aún que sus padres, y seguían a dioses ajenos para servirles e inclinarse delante de ellos. No se apartaban de sus obras ni de su obstinado camino. Se encendió, pues, la ira del Señor contra Israel, y dijo: —Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus padres, y no obedece a mi voz, tampoco yo volveré más a echar de delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió. Así quería probar a Israel, si procurarían o no seguir el camino del Señor y andar en él, como lo habían seguido sus padres. Por esto dejó el Señor a aquellas naciones, y no las desarraigó de una vez, ni las entregó en manos de Josué.