ISAÍAS 57:6-21
ISAÍAS 57:6-21 RV2020
En las piedras lisas del valle está tu parte; ellas, ellas son tu suerte; a ellas derramaste libación y ofreciste presentes. ¿No habré de castigar estas cosas? Sobre un monte alto y empinado pusiste tu cama; allí también subiste a hacer sacrificios. Tras la puerta y el umbral pusiste tu recuerdo. Ante otro, y no ante mí, te desnudaste; subiste y tendiste tu amplia cama, e hiciste alianza con ellos. Deseabas su cama dondequiera que la veías. Fuiste al rey con ungüento, multiplicaste tus perfumes, enviaste tus embajadores lejos y descendiste hasta la profundidad del seol. Te cansaste de recorrer muchos caminos, pero no dijiste: «Es inútil», sino que lograbas reponer fuerzas, y continuabas sin desalentarte. ¿De quién te asustaste y temiste, que has faltado a la fe, y no te has acordado de mí ni te vino al pensamiento? ¿No he guardado silencio desde tiempos antiguos, y nunca me has temido? Yo daré a conocer tu justicia y tus obras, pero de nada te servirán. ¡Que te libren tus ídolos cuando clames!, pero a todos ellos se los llevará el viento, un soplo los arrebatará; mas el que en mí confía tendrá la tierra por heredad y poseerá mi santo monte. Y dirá: «¡Allanad, allanad; barred el camino, quitad los tropiezos del camino de mi pueblo!». Porque así ha dicho el Alto y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: «Yo habito en la altura y la santidad, pero habito también con el quebrantado y humilde de espíritu, para reavivar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los quebrantados. Porque no voy a estar siempre con pleitos, ni continuamente enojado, pues decaerían ante mí el espíritu y las almas que yo he creado. Por la iniquidad de su codicia me enojé y lo herí, escondí mi rostro y me indigné; pero él, rebelde, siguió por el camino de su corazón. He visto sus caminos, pero lo sanaré y lo pastorearé; le daré consuelo a él y a sus enlutados. Produciré fruto de labios: Paz, paz para el que está lejos y para el que está cerca», dice el Señor. «Yo lo sanaré». Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto y sus aguas arrojan cieno y lodo. «¡No hay paz para los impíos!», ha dicho mi Dios.