GÉNESIS 2:4-25
GÉNESIS 2:4-25 RV2020
Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados. Cuando Dios el Señor hizo la tierra y los cielos, aún no había ninguna planta del campo sobre la tierra ni había nacido ninguna hierba del campo, porque Dios el Señor todavía no había hecho llover sobre la tierra ni había hombre para que la labrara, sino que subía de la tierra un vapor que regaba toda su superficie. Entonces Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y se convirtió en un ser vivo. Dios el Señor plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. E hizo Dios el Señor nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón; es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro. El oro de aquella tierra es bueno; y hay allí también bedelio y ónice. El segundo río se llama Gihón; es el que rodea toda la tierra de Cus. El tercer río se llama Hidekel; es el que corre al oriente de Asiria. El cuarto río es el Éufrates. Tomó, pues, Dios el Señor al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo cuidase. Y Dios le dio al hombre esta orden: —De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás. Después dijo Dios el Señor: —No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él. Dios el Señor formó, pues, de la tierra toda bestia del campo y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viera cómo las había de llamar; y el nombre que Adán dio a los seres vivos, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia, a toda ave de los cielos y a todo ganado del campo; pero no se halló ayuda idónea para él. Entonces Dios el Señor hizo caer a Adán en un sueño profundo y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y luego cerró esa parte de su cuerpo. De la costilla que Dios el Señor tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: —¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Será llamada «Mujer», porque del hombre fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne. Estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, pero no se avergonzaban.