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EFESIOS 4:11-32

EFESIOS 4:11-32 RV2020

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los creyentes para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Así ya no seremos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina y por aquellos que para engañar emplean con astucia las artimañas del error. Más bien, al seguir la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien articulado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la función propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. Así que esto os digo y os pido en el Señor: que ya no viváis como los gentiles, que viven de acuerdo a su mente vacía, con el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios por su ignorancia y por la dureza de su corazón. Estos, después de haber perdido toda sensibilidad, se entregaron al libertinaje para cometer con avidez toda clase de inmoralidad. Pero esto no es lo que habéis aprendido de Cristo, si en verdad lo habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos de la vieja naturaleza, que está corrompida por los deseos engañosos, renovad espiritualmente vuestra mente, y revestíos de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por eso, desechad la mentira, hablad la verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Si os enojáis, no pequéis; no permitáis que se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que robaba, no robe más, sino trabaje y haga con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra obscena salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, para beneficio de los oyentes. Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, calumnias y toda malicia. Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, y perdonaos unos a otros, como Dios también os perdonó en Cristo.

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