HECHOS 25:1-21
HECHOS 25:1-21 RV2020
Tres días después de llegar Festo a la provincia, fue de Cesarea a Jerusalén. Los principales sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él con acusaciones contra Pablo y le pidieron como gracia que le trasladara a Jerusalén. Su intención era preparar una emboscada para matarle en el camino. Pero Festo respondió que Pablo debía seguir custodiado en Cesarea y que él mismo partiría para allá en breve. —Quienes de vosotros puedan —dijo—, vengan conmigo y si ese hombre ha cometido algún delito, presentad una acusación. Festo estuvo entre ellos no más de ocho o diez días y luego regresó a Cesarea. Al siguiente día se sentó en el tribunal y ordenó traer a Pablo. Cuando llegó, le rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén y presentaron contra él muchas y graves acusaciones que no podían probar. Pablo se defendió diciendo: —No he cometido delito alguno ni contra la ley judía, ni contra el templo, ni contra César. Mas Festo, queriendo congraciarse con los judíos, le preguntó: —¿Quieres ir a Jerusalén para que yo juzgue allí tu causa? Pablo respondió: —Estoy ante el tribunal de César, y es aquí donde debo ser juzgado. Como bien sabes, yo no he cometido ningún delito contra los judíos. Si he cometido algo que merezca la pena de muerte, no rehúso morir; pero si los cargos que estos me hacen carecen de fundamento, nadie puede entregarme a los judíos. Apelo, pues, a César. Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: —A César has apelado, a César irás. Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para saludar a Festo. Como se quedaron allí muchos días, Festo tuvo tiempo de referir al rey el asunto de Pablo, diciéndole: —Aquí hay un hombre a quien Félix ha dejado preso. Cuando fui a Jerusalén se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, y me pidieron que lo condenara. Yo les respondí que los romanos no acostumbran condenar a un acusado si antes no ha tenido la oportunidad de defenderse ante sus acusadores. Vinieron entonces aquí y, al día siguiente, sin demora alguna, ocupé mi lugar en el tribunal y ordené traer al hombre. Pero cuando los acusadores tomaron la palabra, no presentaron ninguno de los cargos que yo pensaba que harían; lo que tenían contra él eran, más bien, algunas cuestiones referentes a su religión y a un tal Jesús, ya muerto, del que Pablo afirma que estaba vivo. Como yo tenía mis dudas acerca de estas cuestiones, le pregunté si quería ir a Jerusalén y ser juzgado allí. Pero como Pablo apeló a que su causa fuese conocida por Augusto, le he mantenido bajo custodia hasta ser enviado a César.