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HECHOS 2:5-18

HECHOS 2:5-18 RV2020

Vivían entonces en Jerusalén judíos piadosos provenientes de todas las naciones existentes bajo el cielo. Al oír este estruendo, se juntó la multitud. Estaban confusos, porque cada uno oía hablar a los apóstoles en su propia lengua. Atónitos y maravillados, se decían: —Mirad, ¿no son galileos todos los que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar a cada uno de ellos en nuestra lengua materna? Partos, medos, elamitas y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes. Todos los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Llenos de asombro y perplejidad se preguntaban: —¿Qué quiere decir esto? Otros, en cambio, se burlaban y decían: —Están llenos de vino. Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, levantó la voz y dijo: —Judíos y todos los que habitáis en Jerusalén, prestad atención a mis palabras y quedaos bien con lo que os voy a decir: Estos no están borrachos, como vosotros suponéis, pues solo son las nueve de la mañana. Se trata de lo dicho por el profeta Joel: En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Incluso sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré en aquellos días mi Espíritu y profetizarán.

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