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HECHOS 14:8-28

HECHOS 14:8-28 RV2020

En Listra había un hombre cojo de nacimiento. Jamás había podido andar. Estaba sentado oyendo hablar a Pablo, cuando este se fijó en él y percibió que aquel hombre tenía la fe necesaria para ser sanado, le dijo a gran voz: —¡Levántate. Ponte derecho sobre tus pies! Él dio un salto y comenzó a andar. La gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz y dijo en lengua licaónica: —¡Dioses con forma humana han bajado a visitarnos! A Bernabé le llamaron Zeus, y como Pablo era el portavoz, a él lo llamaron Hermes. El sacerdote de Zeus, cuyo templo estaba frente a la ciudad, llevó ante las puertas de la ciudad toros y guirnaldas. Quería, juntamente con la muchedumbre, ofrecerles sacrificios. Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron esto, rasgaron sus ropas y corrieron entre la multitud diciendo a gritos: —¿Qué vais a hacer? Nosotros somos hombres de carne y hueso, como vosotros, que os anunciamos la buena noticia para que dejéis esas vanas prácticas y os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay. En las épocas pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos, aunque no dejó de dar testimonio de sí mismo, haciendo bien, dándoos lluvias del cielo y tiempos fructíferos y llenando de sustento y de alegría vuestros corazones. Diciendo estas cosas, apenas lograban impedir que la multitud les ofreciera sacrificios. Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio que persuadieron a la multitud y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad pensando que ya estaba muerto. Mas rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente salió con Bernabé para Derbe. Después de anunciar el evangelio en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo los ánimos de los discípulos y exhortándolos a que permanecieran en la fe y enseñándoles que para entrar en el reino de Dios nos es necesario pasar por muchas tribulaciones. También nombraron ancianos en cada iglesia y habiendo orado y ayunado los encomendaron al Señor en quien habían creído. Pasando por Pisidia llegaron a Panfilia y habiendo predicado la palabra en Perge descendieron a Atalia. De allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido. Al llegar, reunieron a la iglesia y contaron las grandes cosas que Dios había realizado por mediación de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Y allí se quedaron mucho tiempo con los discípulos.

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