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1 SAMUEL 20:2-42

1 SAMUEL 20:2-42 RV2020

Él le dijo: —De ninguna manera; no morirás. Mi padre no hace ninguna cosa, ni grande ni pequeña, que no me la descubra; ¿por qué, pues, me ha de ocultar mi padre este asunto? No será así. David volvió a jurar: —Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia delante de tus ojos, y dirá: «Que Jonatán no sepa esto, para que no se entristezca». Pero, ¡vive el Señor y vive tu alma!, que apenas estoy a un paso de la muerte. Jonatán dijo a David: —Haré por ti lo que desee tu alma. David respondió a Jonatán: —Mañana será la luna nueva, y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; pero tú dejarás que me esconda en el campo hasta pasado mañana por la tarde. Si tu padre hace mención de mí, dirás: «Me rogó mucho que lo dejara ir rápidamente a Belén, su ciudad, porque todos los de su familia celebran allá el sacrificio anual». Si él dijera: «Está bien», entonces tendrá paz tu siervo; pero si se enoja, sabrás que por su parte está decretada mi perdición. Harás, pues, misericordia con tu siervo, ya que has hecho a tu siervo contraer un pacto contigo ante el Señor; si hay maldad en mí, mátame tú, pues no hay necesidad de llevarme hasta tu padre. Jonatán le dijo: —Nunca te suceda tal cosa; antes bien, si me entero de que mi padre ha determinado hacerte mal, yo te lo haré saber. Dijo entonces David a Jonatán: —¿Quién me avisará si tu padre te responde de mal modo? Jonatán dijo a David: —Ven, salgamos al campo. Y salieron ambos al campo. Entonces dijo Jonatán a David: —¡El Señor, Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado a mi padre mañana a esta hora, o pasado mañana, si todo marcha bien para con David, entonces te lo haré saber. Pero si mi padre intenta hacerte mal, traiga el Señor sobre Jonatán el peor de los castigos, si no te lo hago saber para que te vayas en paz. Que el Señor esté contigo como estuvo con mi padre. Si para entonces estoy vivo, usa conmigo la misericordia del Señor, para que no muera, y nunca apartes tu misericordia de mi casa. Cuando el Señor haya eliminado uno por uno a los enemigos de David de la faz de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David. Así hizo Jonatán un pacto con la casa de David en estos términos: —Demándelo el Señor de manos de los enemigos de David. Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque lo amaba, lo amaba como a sí mismo. Luego le dijo Jonatán: —Mañana es luna nueva, y cuando vean vacío tu asiento, te echarán de menos. Estarás, pues, tres días, y luego descenderás y vendrás al lugar donde estabas escondido el día que ocurrió esto mismo, y esperarás junto a la piedra de Ezel. Yo tiraré tres flechas hacia aquel lado, como si me ejercitara en el tiro al blanco. Luego enviaré al criado, y le diré: «Ve, busca las flechas». Si digo al criado: «Ahí están las flechas, más acá de ti, tómalas», tú vendrás, porque todo va bien para ti y nada malo sucede, ¡vive el Señor! Pero si yo digo al muchacho: «Allí están las flechas, más allá de ti», vete, porque el Señor quiere que te vayas. En cuanto al asunto de que tú y yo hemos hablado, esté el Señor entre nosotros dos para siempre. Se escondió, pues, David en el campo, y cuando llegó la luna nueva, se sentó el rey a la mesa, para comer. El rey se sentó en su silla, como solía, en el asiento junto a la pared, Jonatán se levantó, se sentó Abner al lado de Saúl, y el lugar de David quedó vacío. Pero aquel día Saúl no dijo nada, porque pensaba: «Le habrá acontecido algo y no está limpio; de seguro no está purificado». Al siguiente día, el segundo día de la luna nueva, aconteció que el asiento de David se quedó también vacío. Y Saúl dijo a su hijo Jonatán: —¿Por qué no ha venido a comer hoy ni ayer el hijo de Isaí? Jonatán respondió a Saúl: —David me pidió encarecidamente que lo dejara ir a Belén. Me dijo: «Te ruego que me dejes ir, porque nuestra familia celebra sacrificio en la ciudad y mi hermano me lo ha demandado; por lo tanto, si he hallado gracia en tus ojos, permíteme ir ahora para visitar a mis hermanos». Por esto no ha venido a la mesa del rey. Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: —Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para vergüenza tuya y vergüenza de la madre que te dio a luz? Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viva sobre la tierra, ni tú ni tu reino estarán firmes. Así que manda ahora a buscarlo y tráemelo, porque ha de morir. Jonatán respondió a su padre Saúl, y le dijo: —¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha hecho? Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo; entonces Jonatán comprendió que su padre estaba resuelto a matar a David. Se levantó Jonatán de la mesa enfurecido y no comió nada el segundo día de la luna nueva; pues estaba afligido a causa de David, porque su padre lo había ofendido. Al otro día, de mañana, salió Jonatán al campo, con un muchacho pequeño, a la hora acordada con David. Y dijo al muchacho: —Corre y busca las flechas que yo tire. Mientras el muchacho corría, él tiraba la flecha de modo que pasara más allá de él. Al llegar el muchacho donde estaba la flecha que Jonatán había disparado, Jonatán le gritaba: —¿No está la flecha más allá de ti? Y gritó de nuevo Jonatán tras el muchacho: —Corre, date prisa, no te pares. El muchacho de Jonatán recogió las flechas y volvió adonde estaba su señor. Pero de nada se enteró el muchacho; solamente Jonatán y David sabían de lo que se trataba. Luego dio Jonatán sus armas al muchacho, y le dijo: —Vete y llévalas a la ciudad. Cuando el muchacho se marchó, David se levantó del lado del sur y se postró tres veces hasta la tierra. Se besaron el uno al otro y lloraron juntos, pero David lloró más. Jonatán dijo entonces a David: —Vete en paz, porque ambos hemos jurado en nombre del Señor: «Que el Señor esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre». Se levantó David y se fue; y Jonatán volvió a la ciudad.