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1 SAMUEL 2:1-36

1 SAMUEL 2:1-36 RV2020

Entonces Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en el Señor, mi poder se exalta en el Señor; mi boca se ríe de mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como el Señor; porque no hay nadie fuera de ti ni refugio como el Dios nuestro. No multipliquéis las palabras de orgullo y altanería; cesen las palabras arrogantes de vuestra boca, porque el Señor es el Dios que todo lo sabe y a él le toca juzgar las acciones. Los arcos de los fuertes se han quebrado y los débiles se ciñen de vigor. Los saciados se alquilan por pan y los hambrientos dejan de tener hambre; hasta la estéril da a luz siete veces, mas la que tenía muchos hijos languidece. El Señor da la muerte y la vida; hace descender al seol y retornar. El Señor empobrece y enriquece, abate y enaltece. Él levanta del polvo al pobre; alza del estercolero al menesteroso, para hacerlo sentar con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque del Señor son las columnas de la tierra; él afirmó sobre ellas el mundo. Él guarda los pies de sus santos, mas los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza. Delante del Señor serán quebrantados sus adversarios y sobre ellos tronará desde los cielos. El Señor juzgará los confines de la tierra, dará poder a su Rey y exaltará el poderío de su Ungido. Luego Elcana regresó a su casa en Ramá, y el niño se quedó para servir al Señor junto al sacerdote Elí. Los hijos de Elí eran hombres impíos, que no tenían conocimiento del Señor. Y era costumbre de los sacerdotes con el pueblo, que cuando alguien ofrecía sacrificio, mientras se cocía la carne, venía el criado del sacerdote con un garfio de tres dientes en la mano y lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la cazuela; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita que venía a Silo. Asimismo, antes de quemar la grasa, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: —Dame carne para asársela al sacerdote; porque no aceptará de ti carne cocida, sino cruda. Y si el hombre le respondía: —Hay que quemar la grasa primero, y después toma tanto como quieras. Él decía: —No, dámela ahora mismo; de otra manera la tomaré por la fuerza. Así pues, el pecado de estos ayudantes era muy grande ante el Señor, porque menospreciaban las ofrendas del Señor. Y el joven Samuel servía en la presencia del Señor, vestido de un efod de lino. Su madre le hacía una pequeña túnica y se la traía cada año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado. Entonces Elí bendecía a Elcana y a su mujer con estas palabras: —El Señor te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió al Señor. Luego regresaban a su casa. Visitó el Señor a Ana y ella concibió; y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante del Señor. Elí era muy viejo, y cuando supo lo que sus hijos hacían con todo Israel y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión, les dijo: —¿Por qué hacéis estas cosas? Oigo hablar a todo este pueblo acerca de vuestro mal proceder. No, hijos míos, no son buenos los rumores que yo oigo, pues hacéis pecar al pueblo del Señor. Si peca el hombre contra el hombre, los jueces lo juzgarán; pero si alguno peca contra el Señor, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque el Señor había resuelto hacerlos morir. Mientras tanto, el joven Samuel crecía y se hacía grato delante de Dios y delante de los hombres. Vino un hombre de Dios ante Elí, y le dijo: —Así ha dicho el Señor: ¿No me manifesté yo claramente a la casa de tu padre cuando estaban en Egipto en la casa de Faraón? Lo escogí para que fuera mi sacerdote entre todas las tribus de Israel, para que ofreciera sobre mi altar, quemara incienso y llevara efod delante de mí. Yo concedí a la casa de tu padre todas las ofrendas de los hijos de Israel. ¿Por qué habéis pisoteado los sacrificios y las ofrendas que yo mandé ofrecer en el tabernáculo? ¿Por qué has honrado a tus hijos más que a mí, y les has hecho engordar con lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Por eso el Señor, el Dios de Israel, dice: Yo había prometido que tu casa y la casa de tu padre permanecerían siempre delante de mí; pero ahora ha dicho el Señor: Nunca haga yo tal cosa, porque yo honro a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. Vienen días en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya ancianos en tu casa. Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel, de manera que nunca habrá ancianos en tu casa. Aquel de los tuyos a quien yo no excluya del servicio de mi altar, será para que se consuman tus ojos y se llene tu alma de dolor; y todos los nacidos en tu casa morirán en la plenitud de la edad. Te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán el mismo día. En cambio, yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obre conforme a mi corazón y mis deseos; le edificaré casa firme y andará delante de mi ungido todos los días. El que haya quedado en tu casa vendrá a postrarse delante de él por una moneda de plata y un bocado de pan, y le dirá: «Te ruego que me agregues a alguno de los servicios sacerdotales para que pueda comer un bocado de pan».