1 SAMUEL 18:1-30
1 SAMUEL 18:1-30 RV2020
Aconteció que cuando David acabó de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo. Aquel día Saúl tomó consigo a David y no lo dejó volver a casa de su padre. Hizo Jonatán un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo. Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, así como otras ropas suyas, su espada, su arco y su cinturón. Y salía David a dondequiera que Saúl lo enviaba, y se portaba prudentemente. Entonces lo puso Saúl al frente de su gente de guerra, y era bien visto por todo el pueblo, y también por los siervos de Saúl. Aconteció que cuando volvían, después de haber matado David al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel a recibir al rey Saúl con himnos y danzas, acompañadas de panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Mientras danzaban, las mujeres cantaban: «Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles». Saúl se enojó mucho y le desagradaron estas palabras, pues decía: —A David le dan diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David. Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios se apoderó de Saúl, y él deliraba en medio de la casa. David tocaba como otras veces. Saúl tenía la lanza en la mano. Saúl arrojó la lanza, pues pensaba: «Voy a clavar a David en la pared». Pero David lo evadió dos veces. Temía Saúl a David, por cuanto el Señor estaba con él, y de Saúl se había apartado; por eso Saúl lo alejó de su lado y lo puso al frente de un millar de hombres. Así David salía y entraba a la cabeza de sus hombres. David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y el Señor estaba con él. Al ver Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía temor de él. Pero todo Israel y Judá amaba a David, pues salía y entraba a la cabeza de ellos. Entonces dijo Saúl a David: —Voy a darte por mujer a Merab, mi hija mayor, con tal que me seas hombre valiente y pelees las batallas del Señor. Pero Saúl pensaba: «Que no sea mi mano la que se levante contra él, sino la mano de los filisteos». Pero David respondió a Saúl: —¿Quién soy yo? ¿Qué es mi vida o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey? Cuando llegó el tiempo en que Merab, hija de Saúl, debía ser entregada a David, fue dada por mujer a Adriel, el meholatita. Pero Mical, la otra hija de Saúl, amaba a David. Le fue dicho a Saúl, y a este le pareció bien, porque pensó: «Se la daré, pero será para él un lazo que le hará caer en manos de los filisteos». Dijo, pues, Saúl a David por segunda vez: —Tú serás mi yerno hoy. Y mandó Saúl a sus siervos: —Hablad en secreto a David: «He aquí el rey te ama, y todos sus siervos te quieren bien; acepta ser, pues, yerno del rey». Los criados de Saúl repitieron estas palabras en los oídos de David. Y este les respondió: —¿Os parece a vosotros que es poco ser yerno del rey, yo, que soy un hombre pobre y de humilde condición? Los criados de Saúl le informaron de la respuesta: «Tales palabras ha dicho David». Saúl les dijo: —Decid así a David: «El rey no desea la dote, sino cien prepucios de filisteos, para vengarse de los enemigos del rey». Pero Saúl pensaba hacer caer a David en manos de los filisteos. Cuando sus siervos comunicaron a David estas palabras, pareció bien a los ojos de David la cosa de ser yerno del rey. Y antes de que el plazo se cumpliera, se levantó David, se fue con su gente y mató a doscientos hombres de los filisteos. Trajo David los prepucios de ellos y los entregó todos al rey, a fin de hacerse yerno del rey. Entonces Saúl le dio a su hija Mical por mujer. Al ver esto Saúl, comprendió que el Señor estaba con David, y que su hija Mical lo amaba. Por eso tuvo más temor de David, y fue enemigo de David todos los días de su vida. Salían en campaña los príncipes de los filisteos, y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los siervos de Saúl, por lo cual su nombre se hizo muy famoso.