1 REYES 2:10-46
1 REYES 2:10-46 RV2020
David murió y fue sepultado en su ciudad. Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años: siete años reinó en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. Salomón se sentó en el trono de David, su padre, y su reino fue muy estable. Entonces Adonías hijo de Haguit fue a ver a Betsabé, madre de Salomón, y ella le dijo: —¿Vienes en son de paz? —Sí, de paz —respondió él; y en seguida añadió—: Tengo algo que decirte. —Habla —dijo ella. Él dijo: —Tú sabes que el reino era mío y que todo Israel había puesto en mí sus ojos para que yo reinara; pero el reino fue traspasado y se le concedió a mi hermano, pues por voluntad del Señor le pertenecía. Ahora te hago una petición; no me la niegues. —Habla —le dijo ella. Él entonces dijo: —Te ruego que hables al rey Salomón (porque él no te lo negará), para que me dé Abisag, la sunamita, por mujer. —Bien; hablaré por ti al rey —respondió Betsabé. Betsabé fue a ver al rey Salomón para hablarle por Adonías. El rey se levantó a recibirla y se inclinó ante ella; volvió a sentarse en su trono e hizo traer una silla para su madre, que se sentó a su diestra. Entonces ella dijo: —Una pequeña petición pretendo de ti; no me la niegues. —Pide, madre mía, que yo no te la negaré —respondió el rey. Y ella dijo: —Que se le dé Abisag, la sunamita, por esposa a tu hermano Adonías. —¿Por qué pides a Abisag, la sunamita, para Adonías? Demanda también el reino para él, pues él es mi hermano mayor y ya tiene también de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab hijo de Sarvia —le respondió Salomón a su madre. Y el rey Salomón juró por el Señor: —Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, que contra su vida ha hablado Adonías estas palabras. Ahora, pues, vive el Señor, quien me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David, mi padre, quien me ha dado una casa conforme me lo había prometido, que Adonías morirá hoy. Entonces el rey Salomón envió a Benaía hijo de Joiada, el cual arremetió contra Adonías y lo mató. Y el rey dijo al sacerdote Abiatar: —Vete a Anatot, a tus heredades, pues eres digno de muerte; pero no te mataré hoy, por cuanto llevaste el arca del Señor, delante de David, mi padre, y además compartiste todas sus aflicciones. Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio del Señor, para que se cumpliera la palabra que el Señor pronunciara en Silo sobre la casa de Elí. Llegó la noticia a Joab, y como también se había adherido a Adonías, si bien no se había adherido a Absalón, huyó Joab al tabernáculo del Señor y se refugió al amparo del altar. Se le avisó a Salomón de que Joab había huido al tabernáculo del Señor y que estaba junto al altar. Entonces envió Salomón a Benaía hijo de Joiada, con esta orden: «Ve y arremete contra él». Entró Benaía al tabernáculo del Señor, y le dijo: —El rey ha dicho que salgas. —No, sino que aquí moriré —respondió él. Benaía volvió con esta respuesta al rey, y le dijo: —Así me ha respondido Joab. El rey le dijo: —Haz como él ha dicho: mátalo y entiérralo, y aparta de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente. El Señor hará caer su sangre sobre su cabeza, porque él dio muerte a dos hombres más justos y mejores que él, a quienes mató a espada sin que mi padre David supiera nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá. Así pues, la sangre de ellos recaerá sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; pero sobre David y sobre su descendencia, sobre su casa y sobre su trono, habrá paz perpetua de parte del Señor. Entonces Benaía hijo de Joiada subió, arremetió contra él y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto. El rey puso en su lugar a Benaía hijo de Joiada al frente del ejército, y a Sadoc el rey lo puso como sacerdote en lugar de Abiatar. Después mandó llamar el rey a Simei, y le dijo: —Edifícate una casa en Jerusalén y habita en ella, no salgas de allí a ninguna parte; porque ten por cierto que el día que salgas y pases el torrente de Cedrón, sin duda morirás, y tu sangre caerá sobre tu cabeza. Simei dijo al rey: —Tu palabra es buena; como el rey, mi señor, ha dicho, así lo hará tu siervo. Y habitó Simei en Jerusalén muchos días. Pero pasados tres años, aconteció que dos siervos de Simei huyeron junto a Aquis hijo de Maaca, rey de Gat. Alguien dio aviso a Simei: —Tus siervos están en Gat. Entonces Simei se levantó, ensilló su asno y fue adonde estaba Aquis, en Gat, para buscar a sus siervos. Fue, pues, Simei, y trajo sus siervos de Gat. Luego le dijeron a Salomón que Simei había ido de Jerusalén hasta Gat, y había regresado. Entonces el rey mandó buscar a Simei, y le dijo: —¿No te hice jurar yo por el Señor, y te advertí: «El día que salgas y vayas acá o allá, ten por cierto que morirás»? Y tú me dijiste: «Tu palabra es buena, yo la obedezco». ¿Por qué, pues, no guardaste el juramento del Señor, y el mandamiento que yo te impuse? Dijo además el rey a Simei: —Tú conoces todo el mal, el cual tu corazón bien sabe que cometiste contra mi padre David. El Señor, pues, ha hecho recaer el mal sobre tu cabeza. En cambio, el rey Salomón será bendito, y el trono de David permanecerá firme perpetuamente delante del Señor. Entonces el rey mandó a Benaía hijo de Joiada, el cual salió, hirió a Simei y lo mató. Y el reino fue confirmado en manos de Salomón.