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1 CORINTIOS 15:1-58

1 CORINTIOS 15:1-58 RV2020

Ahora, hermanos, os recuerdo el evangelio que os he predicado. Es el evangelio que recibisteis, en el cual seguís firmes. Por medio de este evangelio seréis salvos, si retenéis la palabra que os he predicado. De lo contrario, habréis creído en vano. En primer lugar os he enseñado lo que yo también recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún y otros ya han muerto. Después apareció a Jacobo y después a todos los apóstoles. Y al último de todos que se apareció fue a mí, como a un abortivo. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia para conmigo no ha sido en vano, pues he trabajado más que todos ellos; aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. Pero ya sea yo o sean ellos, esto es lo que predicamos y esto es lo que habéis creído. Pero si se predica que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo es que algunos de vosotros dicen que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, de nada sirve nuestra predicación y vuestra fe tampoco sirve para nada. Aún más, resultaríamos ser falsos testigos de Dios por haber testificado que Dios resucitó a Cristo, a quien no resucitó si es que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe no sirve de nada, y vosotros todavía estáis en vuestros pecados. Además, también los que murieron en Cristo están perdidos. Si todo cuanto esperamos de Cristo se limita a esta vida, somos los más dignos de lástima de todos los seres humanos. Pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; como primicias de los que murieron. Porque así como la muerte vino por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, en primer lugar; luego, los que son de Cristo, cuando él venga. Entonces vendrá el fin, cuando haya acabado con todo dominio, toda autoridad y todo poder, y entregue el Reino al Dios y Padre. Porque es preciso que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies . Y el último enemigo que será destruido es la muerte, porque Dios sujetó todas las cosas debajo de sus pies . Y cuando dice que todas las cosas están sujetas a él, está claro que se exceptúa a aquel que sujetó a él todas las cosas. Y cuando todas las cosas estén sujetas a él, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea el todo en todos. De no ser así, ¿qué hacen los que se bautizan por los muertos, si de ninguna manera los muertos resucitan? ¿Para qué se bautizan por los muertos? ¿Y por qué nosotros estamos en peligro a toda hora? Hermanos, os aseguro, por el orgullo que siento de vosotros en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero. Desde un punto de vista humano, ¿de qué me sirve haber luchado en Éfeso contra las fieras? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos . No os engañéis: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres». Sed sobrios como es debido y no pequéis, porque algunos no conocen a Dios. Para vergüenza vuestra lo digo. Pero alguno preguntará: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?». ¡Insensato! Lo que tú siembras no vuelve a la vida si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo tal como ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de algún otro grano. Y Dios le da el cuerpo que él quiere, y a cada semilla su propio cuerpo. No todos los cuerpos son iguales, sino que el cuerpo de los seres humanos es uno, el cuerpo de los animales es otro distinto, y otro es el de los peces y otro el de las aves. También hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales. Y no es el mismo resplandor el de los celestiales que el de los terrenales. Uno es el resplandor del sol, otro es el resplandor de la luna y otro el resplandor de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en resplandor. Así es también con la resurrección de los muertos. Se siembra algo corruptible, resucita incorruptible. Se siembra en deshonra, resucita en gloria; se siembra en debilidad, resucita en poder. Se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. Pues hay un cuerpo animal y hay también un cuerpo espiritual. Así también está escrito: El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser dotado de vida ; y el último Adán, en espíritu que da vida. Pero no fue primero lo espiritual, sino lo animal; y luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Como es el terrenal, así serán también los terrenales; y como es el celestial, así serán también los celestiales. Y así como llevamos la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. Prestad atención, os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final. Porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad. Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido destruida por la victoria . ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria? Porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.