Escúchame, Señor, yo te llamo; apiádate de mí, atiéndeme. De ti el corazón me dice: «¡Busca mi rostro!». Y yo, Señor, tu rostro estoy buscando. No me ocultes tu rostro, no rechaces con ira a tu siervo; tú eres mi ayuda: no me dejes, no me abandones, Dios salvador mío. Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me acogerá. Muéstrame, Señor, tu camino, llévame por la senda recta porque tengo enemigos. No me dejes a merced de mis rivales, que se alzan contra mí testigos falsos y se extiende la violencia. Confío en ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos. Espera en el Señor, sé fuerte, ten firmeza; pon tu esperanza en el Señor.
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