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SALMOS 22:1-19

SALMOS 22:1-19 BLP

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Está lejos mi salvación y son mis palabras un gemido. Dios mío, te llamo de día y no me respondes, de noche y no encuentro descanso. Tú eres el Santo, el que se sienta en el trono, rodeado por las alabanzas de Israel. En ti confiaron nuestros antepasados, confiaron y tú los liberaste; te imploraron y quedaron libres, confiaron en ti y no fueron defraudados. Pero yo soy un gusano, no una persona, la deshonra del ser humano, la vergüenza del pueblo. Cuantos me ven se ríen de mí, hacen muecas con los labios, balancean la cabeza: «¡Que acuda al Señor; que él lo libre; que lo salve si tanto lo ama!». Fuiste tú quien me sacó del vientre, quien me protegió junto al pecho de mi madre; desde el seno materno te fui confiado, desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios. No te separes de mí, que la angustia está cerca y no hay quien me ayude. Manadas de novillos me cercan, toros de Basán me acosan. Abren sus fauces contra mí cual león que ruge y despedaza. Me diluyo como el agua, mis huesos se desencajan, mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas; está agostada mi fuerza como la tierra seca, mi lengua está pegada al paladar; tú me hundes en el polvo de la muerte. Me acorralan jaurías, hordas de criminales me asedian, como un león asedian mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos. Ellos me miran, se fijan en mí, se reparten mis ropas, echan a suertes mis vestiduras. Pero tú, Señor, no te alejes, fuerza mía, date prisa en ayudarme.

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