1 SAMUEL 30:7-31
1 SAMUEL 30:7-31 BLP
pidió al sacerdote Abiatar, hijo de Ajinoán: —Tráeme el efod. Abiatar le llevó el efod y David consultó al Señor: —¿Puedo perseguir a esa banda? ¿Los alcanzaré? El Señor le respondió: —Persíguela, porque los alcanzarás y liberarás a los prisioneros. David partió, acompañado de seiscientos hombres, y llegaron al arroyo de Besor donde algunos se quedaron. Entonces David continuó la persecución con cuatrocientos hombres. Los otros doscientos se quedaron allí, pues estaban demasiado fatigados para cruzar el arroyo de Besor. Encontraron a un egipcio por el campo y se lo llevaron a David. Luego le dieron pan para comer y agua para beber. Le dieron también una torta de higos y dos racimos de pasas. Él comió y se sintió reanimado, pues llevaba tres días y tres noches sin comer ni beber nada. Entonces David le preguntó: —¿De quién eres y de dónde vienes? El muchacho egipcio contestó: —Soy esclavo de un amalecita. Mi amo me ha abandonado, porque caí enfermo hace tres días. Habíamos hecho una incursión al sur de los quereteos, de Judá y de Caleb, y hemos incendiado Siclag. David le preguntó: —¿Puedes llevarme hasta esa banda? El muchacho respondió: —Si me juras por Dios que no me matarás ni me entregarás a mi amo, te llevaré hasta esa banda. Él los llevó y los encontraron desperdigados por el campo, comiendo, bebiendo y celebrando el gran botín capturado en territorio filisteo y en Judá. David los estuvo atacando desde el amanecer hasta el atardecer y no escapó ninguno, a excepción de cuatrocientos muchachos que cogieron los camellos y huyeron. David recuperó todo lo que se habían llevado los amalecitas y rescató a sus dos mujeres. No les faltó nada, pues David lo recuperó todo: del mayor al más pequeño, los hijos y las hijas, el botín y todo lo que les habían quitado. También se apoderó David de todos los rebaños de ovejas y vacas. Los que iban delante conduciendo aquel rebaño decían: —Este es el botín de David. Cuando David llegó adonde estaban los doscientos hombres que por desfallecimiento no habían podido acompañarlo y se habían quedado en el arroyo de Besor, estos salieron a recibir a David y a la gente. David se acercó a ellos y los saludó. Pero algunos de los que habían acompañado a David, gente desalmada y ruin, dijeron: —Como no han venido con nosotros, no tendrán parte del botín recuperado. Que cada cual tome a su mujer y a sus hijos y se marche. Pero David replicó: —No podéis hacer eso, hermanos, pues ha sido el Señor quien nos lo ha dado; él nos ha protegido y nos ha entregado la banda que nos había atacado. Nadie tendrá en cuenta vuestro parecer en este asunto, y tanto el que entra en combate como el que guarda el equipaje, tendrá la misma parte. Y desde aquel día hasta el presente esto ha sido norma y costumbre en Israel. Cuando David llegó a Siclag, envió parte del botín a los ancianos de Judá, compatriotas suyos, con estas palabras: —Aquí tenéis un regalo del botín capturado a los enemigos del Señor. Lo mismo hizo con los de Betul, con los de Ramot Négueb y con los de Jatir; con los de Aroer, los de Sifemot, los de Estemoa y los de Racal; así como con las ciudades de Jerajmel y las ciudades quenitas; con los de Jormá, Borasán, Atac, Hebrón y con todos los lugares por donde habían estado David y sus hombres.