Juan 13:18-38
Juan 13:18-38 NVI
»No me refiero a todos vosotros; yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla la Escritura: “El que comparte el pan conmigo me ha puesto la zancadilla”. »Os digo esto ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Ciertamente os aseguro que el que recibe al que yo envío me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me envió». Dicho esto, Jesús se angustió profundamente y declaró: ―Ciertamente os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar. Los discípulos se miraban unos a otros sin saber a cuál de ellos se refería. Uno de ellos, el discípulo a quien Jesús amaba, estaba a su lado. Simón Pedro le hizo señas a ese discípulo y le dijo: ―Pregúntale a quién se refiere. ―Señor, ¿quién es? —preguntó él, reclinándose sobre Jesús. ―Aquel a quien yo le dé este pedazo de pan que voy a mojar en el plato —le contestó Jesús. Acto seguido, mojó el pedazo de pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón. Tan pronto como Judas tomó el pan, Satanás entró en él. ―Lo que vas a hacer, hazlo pronto —le dijo Jesús. Ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo eso Jesús. Como Judas era el encargado del dinero, algunos pensaron que Jesús le estaba diciendo que comprara lo necesario para la fiesta, o que diera algo a los pobres. En cuanto Judas tomó el pan, salió de allí. Ya era de noche. Cuando Judas hubo salido, Jesús dijo: ―Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios glorificará al Hijo en sí mismo, y lo hará muy pronto. »Mis queridos hijos, poco tiempo me queda para estar con vosotros. Me buscaréis, y lo que antes dije a los judíos, ahora os lo digo a vosotros: Adonde yo voy, vosotros no podéis ir. »Este mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Así como yo os he amado, también vosotros debéis amaros unos a otros. De este modo todos sabrán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros». ―¿Y a dónde vas, Señor? —preguntó Simón Pedro. ―Adonde yo voy, no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde. ―Señor —insistió Pedro—, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Por ti daré hasta la vida. ―¿Darás tú la vida por mí? ¡De veras te aseguro que, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces!