En cambio, aventaja en poder a los fuertes.
¡Cuando se levanta, nadie está seguro de su vida!
Dios les da seguridad y confianza,
pero sus ojos vigilan los caminos de ellos.
Por un momento son exaltados, pero pronto desaparecen
y son abatidos como todos los demás:
se marchitan como la yerba que es cortada
o como las espigas que son arrancadas y se doblan.