En el día del juicio, los que fueron fieles a Dios estarán frente a los malvados. No les tendrán miedo a quienes los habían hecho sufrir, ni temblarán ante los que se burlaron de su dolor. Más bien, serán los malvados quienes llorarán y sentirán un miedo terrible, cuando vean a Dios salvar a sus fieles. Los malvados verán su error, y se dirán unos a otros: «¡Qué tontos fuimos al burlarnos de la gente fiel a Dios! Su vida nos parecía una locura y su muerte una desgracia. Pero Dios los ha puesto entre sus hijos, y les ha dado un lugar entre su pueblo. »¡Nunca actuamos con justicia! ¡Nos alejamos de la verdad! ¡Vivíamos como si el sol no nos alumbrara! Nunca quisimos buscar a Dios. Siempre practicamos el mal. Nuestra vida está llena de maldad. Nuestro orgullo y riquezas ya no sirven para nada. Todo eso desapareció con la rapidez de un mensajero que lleva una noticia urgente; como barco que navega por el mar sin dejar huella alguna; como pájaro que vuela por el aire y no deja rastro alguno; como flecha que cruza por el aire sin dejar marcas de su paso. »Así también nosotros: tan pronto como nacemos dejamos de existir; tan pronto como morimos caemos en el olvido. ¡Nuestra propia maldad nos destruye!» La esperanza de los malvados es como el polvo que se lleva el viento; como humo que arrastra el viento; como recuerdo de un viajero, que nunca más regresó. Los buenos viven para siempre; el Dios altísimo los cuida y tiene un premio para ellos. Dios los hará príncipes, les pondrá una hermosa corona, y con su gran poder los protegerá y los defenderá. Con los malvados será diferente, Dios usará la fuerza de su enojo y movilizará a su creación para destruir a sus enemigos. La justicia es la coraza de Dios, y la rectitud, su casco. Su santidad es su escudo, y su enojo, su espada. Su aliado es el universo entero, y juntos destruirán a los malvados, porque fueron muy necios. Desde el cielo, Dios lanzará rayos, y hará caer granizo. Así los malvados serán arrastrados por los ríos, y acabarán ahogados en el mar. No habrá para ellos compasión. Un fuerte viento los barrerá; un huracán los hará desaparecer. Porque su maldad arruinó la tierra y destruyó a los reyes.
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