Confiar en los sueños es como querer atrapar el viento. Hay que ser tonto y necio para poner su confianza en ellos. Los sueños no son reales; son como la imagen de un espejo. No hay pureza en la impureza, ni hay verdad en la mentira. Los sueños son tan fantásticos como la magia y la adivinación; son como las ilusiones que se hace la que va a tener un hijo. Pero no creas en los sueños si no es Dios quien te los envía, pues muchos se han perdido por haber creído en ellos. Lo mejor es hablar con sabiduría y cumplir con la ley de Dios.
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