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Carta de Jer 1_1:

Carta de Jer 1_1:null TLAI

La gente que no conoce a nuestro Dios adorna a sus dioses con diademas de oro, como si esos ídolos fueran muchachas coquetas. Luego vienen los sacerdotes y se roban el oro y la plata de esos dioses, y los usan para sus gastos personales, y hasta para pagarles a las prostitutas del templo. Además, a esos ídolos de oro, plata y madera los visten como si fueran personas; sin embargo, esos ídolos no pueden evitar que el óxido y la polilla los destruya. Aunque están cubiertos con ropa muy fina, no pueden protegerse del polvo que hay en el templo; por eso la gente tiene que limpiarles la cara. Hasta hay uno de esos ídolos con un bastón de mando en la mano, como si fuera el gobernador del país; pero si alguien lo insulta, no puede castigar al ofensor. Hay otro que lleva en la mano derecha una espada y un hacha; pero no se puede defender de sus enemigos ni de los ladrones. Como pueden ver, esos ídolos no son dioses; por lo tanto, no los adoren. »Los ídolos que están dentro de los templos no sirven para nada; son tan inútiles como un jarrón roto. Esos ídolos tienen los ojos llenos del polvo que levanta la gente al caminar. Los sacerdotes los encierran con todo tipo de cerraduras, para que nadie se los robe. ¡Se parecen a los prisioneros condenados a muerte por haber ofendido al rey! En sus templos les encienden muchísimas lámparas, pero esos ídolos jamás las podrán ver, pues son como las vigas de una casa: están carcomidos por la polilla. La gente que los adora no se da cuenta de que los gusanos se comen a esos ídolos con ropa y todo. El humo que hay en sus templos les ha puesto negra la cara. Los murciélagos, las golondrinas y otros pájaros, se posan sobre ellos; ¡hasta los gatos se echan sobre ellos! Como pueden ver, esos ídolos no son dioses; por lo tanto, no los adoren. »Cuando los estaban fabricando, ni se dieron cuenta; y aunque están recubiertos de oro, alguien tiene que pulirlos para que puedan brillar. Esos ídolos no tienen vida, pero salen muy caros. Si se caen, hay que levantarlos, y como no pueden caminar, hay que cargarlos. Para vergüenza de quienes los adoran, queda demostrado que no sirven para nada. Si los ponen de pie, no pueden moverse; si los acuestan, no pueden levantarse. Darles una ofrenda es como dársela a un muerto. Los sacerdotes se roban esas ofrendas y las venden. Las esposas de los sacerdotes se roban la carne de los animales ofrecidos a esos ídolos, en vez de compartirla con la gente pobre. Hasta las mujeres que están con su menstruación, o que acaban de tener un hijo, tocan esos animales sacrificados, ¡y no les pasa nada! Como pueden ver, esos ídolos no son dioses; por lo tanto, no los adoren.

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